La Copa de Europa fue tan consecuente con su historia que por décima vez coronó al Real Madrid, su rey de reyes, y condenó al Atlético de forma tan cruel como hace cuatro décadas. Entonces, también los rojiblancos se quedaron a unos segundos del trono. Esta vez no fue un alemán de talla alta quien frustrara a las gentes colchoneras, sino Sergio Ramos, un andaluz de puro cromosoma madridista, quien mandó el partido a la prórroga cuando el Atlético ya descorchaba el título gracias a un gol de Godín. Bale, Marcelo y Cristiano lo vapulearon en el tiempo de prolongación, en pleno éxtasis blanco, el color que impregna a la Copa de las Copas.
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